Música para tí… para mí… y para todo el vecindario

Quizás se acuerdan de Jack, mi amigo norteamericano a quien le estoy dando lecciones sobre la cultura puertorriqueña.  Hay varios artículos en mi “blog” sobre eso.  Le he enseñado las reglas de tránsito en Puerto Rico, sobre las caravanas políticas, y los perros que los dueños sueltan por ahí para que escojan su inodoro.  También le he hablado de la basura, los cultos “religiosos”, y los peatones cruzando las calles.

Pues ayer vino Jack por ahí, estrujándose los oídos.

Yo: “Jack… ¿estás bien?”

Jack: “¿¿QUE??  ¡Disculpa!  ¡¡Estoy un poco sordo, mi amigo!!”

Yo: (alzando la voz) “¿¿Qué te sucedió??”

Jack: “Bueno… estaba transitando por la calle, cuando de momento se acercó una SUV con la tapa de atrás abierta, y el hueco completamente forrado de bocinas.  Había una música tocando, pero el volumen era increíble.  He estado al lado de turbinas de aviones que suenan menos que eso.  Lamentablemente estábamos en un tapón, y me tuve que tragar ese ruido por casi media hora.”

Yo: “¡Ay bendito, Jack!  Qué pena.  Lamento decirte que eso también es parte de nuestra cultura.  Hay quienes, no conforme con escuchar su basura… digo… música… y explotarse los oídos ellos mismos, obligan a todos dentro de una milla cuadrada de espacio a escuchar el ruido también.”

Con eso, Jack se fue para su casa, totalmente perplejo y confuso sobre lo que ha visto hasta ahora en la cultura puertorriqueña.

Lo digo de esta forma, pero recientemente he visto dos casos de carros forrados de bocinas y poniéndole la música al que quiera y al que no quiera.  Es el tipo de actitud “in your face” que está prevaleciendo hoy en día en Puerto Rico.  “Esta es mi música… y la vas a escuchar “por ojo, boca y nariz” todo el tiempo que a mí me dé la gana.”

El primer caso que vi fue en la Baldorioty.  Era el tapón de por la tarde, y afortunadamente yo estaba como a cuarto de milla detrás del Jeep que iba tocando “reggaetón” en el tapón, para el deleite de todos los carros en la Baldorioty.  A la distancia que yo estaba, lo escuchaba clarito con el aire puesto y las ventanas cerradas.  También con mi propia música en el radio.  Me imagino los pobres diablos que estaban justamente detrás del imbécil del Jeep.

El segundo caso fue en el Malecón de Cataño.  Una SUV blanca con la tapa de atrás abierta y tocando bachata para todo el malecón.  Se estacionaron frente a un negocio y dejaron la bachata tocando.  En eso pasó un guardia municipal y le pidió que bajara el volumen.  Tan pronto se desapareció el guardia volvieron a subir el volumen.  El avance del bobo.

Le comenté a alguien por ahí cerca que un vehículo así podría bregar en unas patronales sin problema ninguno.

El problema es que esto va a seguir aumentando, con más y más carros haciendo lo mismo, y con más y más personas empujándole este ruido infernal a todos los desafortunados que se encuentren cerca.  Y como siempre, mis hermanos, la Policía de Puerto Rico no hace un pepino.  Los abusadores estos se seguirán pasando las leyes (si existe alguna) por donde no les da el sol.

Se siguen sumando las cosas por las cuales los visitantes a este país nos tienen en tan mal estima.  Es difícil defender al puertorriqueño cuando hacemos todo lo posible para ganarnos la mala fama que tenemos.  Esto se ha convertido en tierra de nadie, donde manda el más “cojonú”, y Dios libre que uno levante la voz de queja, porque hoy en día cualquier Juan de los Parlotes anda arma’o. 

Con razón se ha ido tanta gente de aquí.