Este va a ser uno de esos artículos que me van a delatar como algo anticuado, pero ahí vamos.
Me imagino el siguiente escenario ficticio, aunque en la realidad estoy seguro que ocurre miles de veces diariamente.
En el relato ficticio, hay un grupo de ejecutivos reunidos y atentamente escuchando una excelente presentación por una joven profesional. Luego de haber concluido la presentación, el grupo de ejecutivos desea conocer el nombre de esta impresionante joven. “Me llamo Xyosfernanmariex Rodríguez” dice la joven. Los próximos 10 minutos son dedicados a la joven deletreando su nombre, y quizás teniendo que explicar el origen del mismo. “Es que a mis padres siempre le ha encantado la letra “x” y la “y”. Al ellos llamarse Fernando y Marie, pues de ahí sale mi nombre.”
Sí… un pequeño aunque quizás insignificante bajón, después de una tremenda presentación. Una vez más que la pobre Xyos tiene que deletrear su nombre repetidas veces y explicar de dónde viene semejante aberración. ¿Cuál es la fascinación de algunos padres y madres de guindarles a sus pobres hijas un nombre inventado y complicado?
Un artículo publicado en Primera Hora en el 2014 habla sobre el tema, y provee ejemplos que erizan la piel. Personalmente me he topado con nombres que cada vez sobrepasan los inventos anteriores. Aunque aclaro que esto es un fenómeno relativamente reciente. En mis años de juventud, los nombres de niñas eran más tradicionales, y no por eso dejaban de ser nombres bellos. Los padres de hoy, en su afán de ser “creativos”, hacen cosas como combinar nombres de padre y madre, deletrear nombres al revés, añadir letras supuestamente “exóticas” como la “x”, “y”, y “z”…. en fin…. la lista es larga.
En mi humilde opinión, especialmente en el ámbito profesional, es más fácil tomar una joven con seriedad cuando esta tiene un nombre tradicional, que cuando la misma tiene la mitad del abecedario en su nombre, y la mitad del tiempo requiere múltiples intentos no solo para deletrearlo correctamente, sino muchas veces ¡para pronunciarlo correctamente también!
El articulo antes mencionado hace la misma observación que yo, que dicha tendencia (yo le llamo “fiebre”) es mucho más común en las niñas que en los niños. El autor no se explica por qué, y yo tampoco voy a tratar de explicarlo. Una observación mía personal es que esta “fiebre” es mucho más común en nosotros los puertorriqueños que en los norteamericanos. Pero ahí no me extraña, ya que el puertorriqueño tiene fama de ser “fiebrú.”
Me pregunto cuáles son las razones primordiales para que un padre y madre decidan ponerles nombres “exóticos” a sus hijas. (Mi uso de comillas es para añadir sarcasmo). Lo primero que me imagino que logran es darles múltiples dolores de cabeza a las pobres maestras de pre-kínder y kínder cuando estas intentan hacer que la niña escriba su nombre. Me pregunto a qué porciento de estas niñas les gusta su nombre, y a cuantas les gustaría cambiárselo. Me pregunto hasta qué punto vamos a llegar con esta mezcolanza de letras incompresibles la cual me imagino resulta más tarde en la vida en licencias, pasaportes, y otros documentos importantes mal escritos.
Al final del camino es algo inofensivo y trivial. Pero en lo personal, estoy seguro que nuestras propias tres hijas nos agradecen el haberle puesto nombres tradicionales y bonitos.