Fue con mucha tristeza que me enteré del fallecimiento el pasado 15 de febrero de una de las mayores figuras en el género de la salsa, el maestro Johnny Pacheco.
Además de ser músico, compositor, arreglista, productor, entre otros… Pacheco fue el fundador de la agrupación que, para mi gusto, ha sido lo más grande que ha existido en la salsa… las Estrellas de FANIA.
Todavía tengo en mi posesión un CD que me regaló mi hija, del concierto que hizo la FANIA en el 1994 en el Hiram Bithorn. De haber sido un “cassette” lo hubiese gastado hace tiempo.
Como a muchos de mis contemporáneos fanáticos de la salsa de aquellas décadas, pérdidas como la de Pacheco (85 años de edad) me hace pensar en el envejecimiento de toda una generación de músicos que definieron aquella época. Pensamiento que nos da un poco de tristeza.
En mi opinión, las décadas “pico” de la salsa fueron los ’70, ’80, y quizás algo de los ’90. Para esos tiempos, la calidad de músicos, cantantes, compositores, arreglistas, y otros, estaba en sus mejores momentos. Sin embargo el paso de los años no perdona a nadie, y esa generación envejece.
Reconozco y aplaudo el hecho de que músicos de la generación de hoy vienen subiendo, y algunos mantienen el género de la salsa vivo. Quisiera que le dieran más exposición en los medios, y se escucharan más.
Pero echo de menos esa “esencia” que tenían los músicos de aquellas décadas. Y no es por menospreciar los esfuerzos de ahora. No es fácil explicar, y quizás solo lo puede entender un contemporáneo fanático de la música de aquella época.
La salsa de hoy, inevitablemente va a incluir influencias y elementos de otros géneros, como es la mezcla de salsa con reggaetón… la cual personalmente no me gusta. También existe la tecnología que permite la creación de música, se pudiera decir que artificialmente. Iba a decir música “enlatada”, pero no quiero ofender a nadie.
Por eso siempre habremos aquellos que seguiremos disfrutando de la salsa vieja, aunque esta cumpla los 50 o 60 años de edad. Y seguiremos entristeciéndonos con el inevitable paso de nuestros ídolos envejecientes.