La 30

Un miércoles salí de mi casa en Luquillo con dos quehaceres que me iban a llevar, primero a Humacao, y después a San Juan.  Tenía cita en San Juan a las 3 pm, y salí con más que suficiente tiempo para parar en Humacao y luego llegar a San Juan.

De Fajardo a Humacao transité por la PR-53, sencillamente la mejor carretera de Puerto Rico.  Autopista cómoda, tranquila, poco transitada, bien pavimentada, y con vistas bellas y tranquilizantes tanto del mar, como de El Yunque.  Siempre disfruto de ese viaje.

Llego a Humacao y hago lo que tengo que hacer.  En ese momento, tomé una decisión lógica.  Cojo la PR-30 de Humacao a Caguas, y de ahí me monto en la PR-52 hasta San Juan.

Me arrepentí de mi decisión tan pronto me monté en la PR-30.  Fue uno de esos momentos donde uno se habla a uno mismo.  “Pero ¿¿por qué te fuiste por aquí??”  No es que nunca había transitado por la PR-30 anteriormente.  Lo cual por supuesto, hizo mi arrepentimiento aún más fuerte todavía. 

¿Cómo puedo poner esto en palabras “bonitas”?  La PR-30 es la peor carretera de Puerto Rico.  No sé si enfaticé esto suficiente.  La PR-30 es la PEOR… carretera… de Puerto Rico.  Si hay otra, invito a que me envíen comentarios al respecto.  Hasta entonces, me mantengo en mi opinión.

Primero fue el inevitable tapón.  Está bien… entiendo.  Tapones hay dondequiera en Puerto Rico.  Pero mi gente… estamos hablando de la una de la tarde en dirección de Humacao a Caguas, no es hora del “rush.”  Pronto vi el problema… un accidente en la vía contraria, pero haciendo tapón en ambas direcciones porque todo el mundo obviamente tiene que mirar.  Una vez salí de ese tapón, a la altura de Las Piedras, pensé que el resto iba a ser tranquilo.

Un poco después de Juncos comenzó el peor tapón… carretera en construcción.  Recordé todas las veces que he transitado la PR-30 y cogido tapones de construcción.  Al parecer la construcción es invisible e interminable, porque nunca acaba, y nunca se ve nada.  Simbólicamente, desde que me había montado en la PR-30 había comenzado a llover, y siguió lloviendo.

Cuando ya había pasado de ir temprano y cómodo, a ir tarde y apurado, aflojó el tapón.  Ya el daño estaba hecho.  Cuando llego a la PR-52, ya voy de prisa, y menos mal que el tráfico fluía.  También hay construcción en la PR-52, pero por lo menos a esa hora y dirección no estaba causando tapón.  Muchos carros a mi alrededor corrían a exceso de velocidad.  Quizás venían de la PR-30 también.  Eventualmente llegué a mi destino.

Cuando me monté en la PR-52 dejó de llover.  Coincidencia.

Pero no es solo el eterno tapón lo que hace de la PR-30 la peor carretera de Puerto Rico.  La 30 es una carretera fea.  Según uno se distrae con las vistas preciosas de la PR-53, no hay nada de paisaje lindo en toda la PR-30.  Tampoco tiene buena iluminación.  Ni tan siquiera las líneas bien pintadas, ni por lo menos los reflectores que a veces ponen en la misma carretera.  Nada.  Tampoco mantienen muy bien las áreas verdes aledañas.

De nuevo… tapones, pobre iluminación, paisajes feos, pavimentación defectuosa… nada de esto es único a la PR-30.  Hay muchas carreteras en Puerto Rico así.  ¿Por qué entonces digo que la PR-30 es la peor?

Tres razones.  Primero, la PR-30 es una carretera principal y de muchísimo tráfico en el área sureste de Puerto Rico.  Todo el que viene de Humacao, Las Piedras, Juncos, y otros pueblos limítrofes están prácticamente obligados a transitar por la PR-30.  Eso nada más, debe ser deprimente.

Segundo, no podemos comparar la PR-30 con la PR-3, la PR-2, o la PR-1.  Estas son rutas viejas con muchos semáforos.  La PR-30 no tiene semáforos, sino salidas.  Se supone que sea una carretera donde el tráfico fluya con más facilidad.

Finalmente, y esto es una razón mía personal, bendito… es el contraste de la PR-53 con la PR-30.  En aquellas ocasiones cuando tengo que viajar de Luquillo a Caguas y me voy por esa ruta, el salirme de la PR-53 para montarme en la PR-30 es como almorzar un banquete de mariscos y tomar un buen vino… para luego cenar una pechuga de pollo de tres días, recalentada, seca, y dura como palo.

Dirán… “Ah, pero la PR-53 tiene peajes y la PR-30 no.”  No importa.  En la 30 no pago peaje, pero se me sube la presión.

Para la próxima, regreso por la PR-53 aunque la vuelta sea más larga para llegar a San Juan.