Todos los que transitamos por las carreteras de Puerto Rico estamos acostumbrado a la presencia de diferentes personas pidiendo dinero en los semáforos. Hay de todo, desde jóvenes con vicios que mantener, hasta deambulantes de todas las edades con necesidades básicas y apremiantes.
A esto se añaden los grupos de jóvenes haciendo colectas para alguna actividad, viaje, equipo, etc. Algunas veces tienen camisetas identificándolos como tal… otras veces no. En ocasiones he observado donde la edad aparente de estos jóvenes parece ser bastante menor, lo cual tiende a chocarme un poco.
Por mi edad y experiencia viviendo en Estados Unidos, recuerdo la todavía existente costumbre de recaudar fondos para actividades de niños o jóvenes vendiendo algún producto o servicio. Los famosos “bake sales”, donde se venden donas y bizcochitos. Los quiosquitos de limonada. Lavados de carro. Rifas organizadas. ¿Qué ha sucedido con esto?
Pedir dinero no es fácil para aquellas personas que lo necesitan y no lo pueden conseguir de otra forma. Es penoso ver personas pidiendo en la calle o frente a negocios, y uno tiende a ayudar, siempre y cuando no sea para promover un vicio.
Sin embargo, el alentar a un niño o joven a pedir en los semáforos sin tan siquiera hacer el esfuerzo de ofrecer algo a cambio (un producto, un servicio)… en mi opinión provee un enseñanza no muy saludable. A mi entender no hay leyes que lo prohíban, siempre y cuando tengan la autorización del Municipio correspondiente. Qué pena.
¿Cómo se supone estemos enseñando a las generaciones que vienen subiendo el valor del dinero y la importancia de ganárselo? Las mismas lecciones que pretendemos enseñar en las casas, las estamos echando a la basura al llevar niños a pedir en la calle. El niño (o el joven) aprende que no tiene que trabajar para ganarse el dinero. Simplemente puede ir a pedirlo en las luces. Yo cortaba grama y repartía periódicos cuando niño.
Por otro lado, existen los grupos de personas en proceso de rehabilitación, como los del Hogar Crea y otros, los cuales acostumbran ir por ahí vendiendo sean bizcochitos, o bolsas plásticas. Eso lo veo con muy buenos ojos, y siempre trato de cooperar. ¿Por qué no podemos hacer que estos grupos de niños o jóvenes, en vez de estar pidiendo en el semáforo, se pongan a vender bizcochitos también?
De nuevo, algunos piden por necesidad y a estos uno trata de ayudarlos. En otros países, la situación es peor en el sentido que debido al estado de pobreza, los niños habitualmente se pasan pidiendo en las calles. Aquí no me refiero a estos casos, sino a nuestra propia costumbre de poner a grupos de jóvenes a pedir en vez de buscar otras maneras de recaudar fondos y proveerles una mejor enseñanza.
Algunas veces son adultos pidiendo para una causa “X” o “Y’. Dos o tres potes de avena vacíos con un papel mal pega’o que se supone identifique la causa… y vámonos para el semáforo más cercano. Hay veces que cubren todos los semáforos corridos en una ruta, y tienen personas pidiendo en las cuatro esquinas. Se ha convertido en una “mini-industria.”
Esto me hace apreciar más a los que venden botellas de agua, aguacates, o cualquier otro producto en las intersecciones.