Llevo tiempo escribiendo de política, y decidí cambiar de dirección brevemente. Quiero hablar del café colao. (El “spellcheck” me pide que ponga colado, pero obviamente lo voy a ignorar). Primero que nada, me voy a identificar. Me encanta el café. Pero no soy “adicto” al mismo. Lo mismo puedo tomarme cinco o seis tazas en un día, como puedo pasar semanas o hasta meses sin probar café. Por suerte, no soy de aquellos que sin su taza de café al levantarse sufren de dolores de cabeza.
Como todo buen puertorriqueño, me encanta el café de aquí, y aborrezco el café que sirven en Estados Unidos. Eso no es café. Eso es agua oscura sin sabor. Una tacita de café colao con galletas, o con pan de agua con mantequilla… y estamos listos. Lo tomo con leche pero no muy claro. Hace unos años aprendí a tomarlo negro también. Le echo azúcar, eso sí. Puya para nada. Como a mi querida madre, prefiero el café caliente. Frio no sirve, aunque admito que me encanta el mantecado sabor café. Eso es otra cosa.
Bueno, habiéndome identificado, hablemos de mi casa. Obviamente este artículo tendrá que ser aprobado con anticipación por mi querida esposa, pero ahí vamos. Primero las aclaraciones pertinentes. Mi esposa es excelente en la cocina. Cocina riquísimo, saludable, y con una variedad asombrosa. Para alguien como yo, que tengo dos pies izquierdos en la cocina, eso es de vital importancia.
Pero… (y aquí viene la parte que caerá bajo la lupa de auditoría) el café siempre ha sido un… (cómo pongo esto que suene bonito)… un reto para ella. En este punto tengo que aclarar que, como toda persona analítica, al principio puse todas las posibilidades sobre la mesa. Quizás era el paladar mío. Esa teoría se derrumbó cuando descubrí que el café colao en otros lugares sabia riquísimo. Bueno… quizás era la marca del café que estábamos comprando. Quizás exagero un poco cuando digo que estuvimos a ley de ná para comprar Kopi Luwak, el café más caro del mundo. Claro, después de haber visto la película “The Bucket List” descartamos ese café en particular de la lista.
Pero basta con decir que hemos comprado de las mejores marcas de café disponibles y…. tampoco es la marca.
No es mi paladar… no es la marca… bueno… quizás era la cafetera. Cambiamos de cafetera y nada. Pues bien… habiendo cubierto todas las bases, tuve que llegar a la triste conclusión que tiene que ser la metodología.
Me dio con buscar “café colao” en YouTube y ¡caramba! No pude creer lo sencillo que se ve. Claro, el único “equipo” envuelto, además de una ollita para hervir el agua, es un colador (o media, como se le quiera decir). Me dio la impresión que hasta yo (y eso es mucho decir) puedo hacer café colao. Todavía no he puesto el YouTube en práctica, pero me aseguré de compartir lo aprendido con mi querida esposa, quien tiene la paciencia de un cura.
Vamos a ver. Quizás resulte que al comenzar a probar café colao todos los días me de la misma adicción de la que sufren muchos. Los mantendré al tanto.
Me alegra saber que no soy la unica que no ha descubierto el gran secreto del cafe. Solamente tomo un buen cafe cuando salgo a desayunar. Pero siempre he querido aprender hacer un buen cafe en mi propio hogar. ¿Que tal? ¿Ya probó la tecnica? Para asi, tambien ordenar el colador.
Saludos Lucas, y gracias por tu comentario. Pues la verdad es que no lo he hecho yo mismo. Me imagino un día de estos me tiraré a hacerlo, ya que el sabor del café cola’o de Puerto Rico es inigualable. Fíjate, no parece muy difícil según lo que he visto en YouTube. Pero es obvio que la técnica es hasta más importante que la misma marca del café.