Bueno… hemos hablado de temas donde la mayoría están de acuerdo (no-controversiales). La basura es un problema en Puerto Rico… el sistema político hay que arreglarlo… la gente aquí no sabe guiar… y no todo el que participa de una caravana política tiene conocimientos de la política.
Ahora vamos a tocar un tema controversial, y “taboo” para muchos. De hecho, si ven el título del artículo, la palabra “religiosos” está en comillas. Eso no fue accidentalmente ni es un error tipográfico. Esto tiene su razón de ser.
Primero, aquí no me refiero a los grupos que se reúnen en la plaza pública o en una playa a hacer cánticos y compartir la palabra de Dios a todo aquello que la quiera escuchar. Tampoco me refiero a aquellos que van de casa en casa tocando puertas y ofreciendo compartir la palabra de Dios.
Me refiero exclusivamente a aquellos que ponen sus bocinas o altoparlantes de 1,000 mega vatios en el medio de la calle de cualquier urbanización, y proceden a hacer su culto con la idea que el sonido traspase las puertas y paredes de toda casa dentro de una milla cuadrada de distancia.
En Estados Unidos, esto constituiría alteración a la paz. Es contra la ley, y todo el mundo lo sabe. Nadie lo hace, porque el respeto al vecino es primordial. Y de alguien atreverse a semejante cosa, las autoridades no dudarían en venir de inmediato a poner un fin al alboroto.
Pero aquí lo toleramos. Si uno utiliza los medios disponibles, como quejarse con la policía, hacen caso omiso porque “se trata de religión.” Nadie se atreve meterle mano a algo que supuestamente tiene que ver con la religión. Si uno va directamente donde el grupo para pedir que por favor bajen el volumen, se arriesga a una confrontación y como poco, lo tildan de ateo o peor.
Mayormente estos cultos consisten de pobres intentos al canto (como una versión religiosa del “karaoke”), y una gritería apasionada de la persona que le toca dar el mensaje… el cual normalmente se le entiende poco, por la distorsión de las bocinas. Si usted tiene la mala suerte de estar dentro de ese radio de varias cuadras, no puede ver el televisor tranquilo… no puede dormir… no puede descansar. Si trabaja turnos rotativos y esta es la hora del sueño, mala suerte. Si usted sufre de un problema nervioso y le gusta la tranquilidad de su hogar, mala suerte. Si usted trabaja desde su hogar y a esa hora tiene un “conference call”, mala suerte.
No importa que usted asista ya a una iglesia de su preferencia. Usted escoge ir a la iglesia. Esto es impuesto.
Hace poco hablé con el pastor de una iglesia (otra denominación) sobre esto, y se mostró muy consternado. Expresó lo mismo que siento yo, y es que Dios no nos pide que llevemos la palabra de esta manera. Hago aquí referencia a un versículo de la Biblia,
Isaías 42:1-2 1“He aquí mi siervo, yo lo sostendré; mi escogido, en quien mi alma tiene contentamiento; he puesto sobre él mi Espíritu; él traerá justicia a las naciones.” 2”No gritará, ni alzará su voz, ni la hará oír en la calles.”
¿Por qué esa insistencia en atropellar… sí… atropellar… la paz y los derechos de aquellos seres humanos que no pueden estar en sus propios hogares tranquilamente?
Tengo mi teoría. Primero, es mucho más fácil y menos trabajoso poner unas “bocinotas” en la calle y ponerse a gritar, que ir de casa en casa, llevando el mensaje a quien lo quiera recibir. Segundo, el puertorriqueño de por sí es alborotoso y le gusta el ruido. Por eso es la popularidad de las caravanas políticas. Nunca he conocido un puertorriqueño que le tenga miedo a un micrófono.
Pero… ¿haciendo la voluntad de Dios? Dudo que el atropello del prójimo, disfrazado como un acto religioso, sea la voluntad de Dios.
Aquí vuelvo a ponerle toda la responsabilidad al gobierno de Puerto Rico. Hasta tanto el gobierno “los coja prestados” y se ponga a pasar leyes en contra del atropello de los derechos humanos en este país, vamos a seguir en las mismas.
Pudiera seguir, pero ya llegué a mi limite auto-impuesto en cuanto al largo de mis artículos. Les invito a comentar, sobre este y otros temas en mi “blog.” Retomaré el tema en otra ocasión.