Últimamente, cada vez que me propongo a escribir sobre algún tema en particular, algo sucede que me cambia los planes. En esta ocasión es la crisis, ya mundial, del Coronavirus.
Como muchos hemos leído en las redes sociales, el año en curso no nos ha tratado nada de bien. En Puerto Rico no solo estamos incluidos en la pandemia de este nuevo virus, sino que también sufrimos los devastadores terremotos de enero, al igual que las cientos de réplicas que han mantenido aterrorizados a muchos de nuestros hermanos en el sur de Puerto Rico. Ya por lo menos no se escucha mucho de réplicas, pero el trabajo de reconstrucción durará por años.
Ahora hemos llegado al punto que países completos han “cerrado operaciones” en reacción al Coronavirus. Lamentablemente, el manejo de esta pandemia no ha sido el mejor, incluyendo en países como Estados Unidos. Los mismos italianos reconocen que no manejaron bien la crisis, y por eso se encuentran en la horrible situación que se encuentran hoy en día.
La crisis mundial ha crecido de manera exponencial en su rapidez. Lo que es cierto hoy, era inconcebible hace escasamente una semana atrás. La gobernadora de Puerto Rico, Wanda Vázquez, ha decretado un toque de queda hasta el 30 de marzo. El éxito del mismo por supuesto dependerá en gran parte del sentido común de la gente. El que no puedan ir a la oficina, la escuela, o al cine no quiere decir que deban aglomerarse en fiestas u otros tipos de “jangueos.”
Aparte del peligro grandísimo que actualmente corren muchos miles de personas, especialmente aquellos de avanzada edad o condiciones de salud que los hacen vulnerables a este tipo de virus… también está el impacto económicamente devastador que esta crisis ya ha tenido y seguirá teniendo globalmente. Es secundario a la salud, por supuesto, pero no deja de ser una realidad deprimente.
Es difícil de creer que apenas estando en marzo… ya hayamos sufrido las devastaciones de los terremotos… y ahora estemos pasando por una crisis de salud mundial de tal magnitud. Y el problema con esta última es que, según los expertos, todavía no hemos llegado al “pico” de la curva. En otras palabras, todavía se va a poner peor antes de que comience a mejorar.
Todo esto me pone a pensar en que quizás debemos sacarle provecho a una situación como nunca hemos atravesado en nuestras vidas. El estar encerrados en nuestras casas y no poder salir, quizás nos presenta oportunidades que normalmente no tenemos o aprovechamos. Oportunidades de reflexionar sobre nuestras vidas. Oportunidades de interactuar más en familia. Oportunidades de pensar en nuestras necesidades espirituales. Comunicarnos más con Dios, y acercarnos a Él.
Dicen que “no hay mal que por bien no venga.” Quizás debemos aprovechar esta oportunidad para asegurarnos que nuestros hogares están en orden. Y no me refiero solo a limpiar y organizar. Me refiero a evaluar nuestras prioridades y asegurarnos que están puestas donde deberían estar.
Que Dios nos cuide a todos, y que salgamos de esto sin muchas pérdidas de vida. Y que de estas pruebas aprendamos a valorar aquello que verdaderamente amerita valor en nuestras vidas.