En par de meses se cumplen diez años de la muerte de mi padre. Digo mi padre, pero en realidad es nuestro padre, ya que somos cuatro sus hijos. Murió demasiado joven, a los 74 años, cuando todavía estaba lleno de vida, y seguía siendo la roca de nuestra familia. Yo tenía 53 años para aquel entonces, ya con mis propios hijos adultos. Fue un gran golpe para todos nosotros, pues nuestro padre era una persona extremadamente dada y muy querida por todos. En estos diez años que han transcurrido, ha habido muchos eventos familiares en los cuales le hubiese encantado compartir. Bodas, nacimientos, y otros eventos donde la falta de nuestro padre siempre se ha sentido.
Recuerdo cuando lo velamos en la funeraria y algunos de nosotros, miembros de su familia, dirigimos algunas palabras a aquellos allí presentes. Recuerdo haberles mencionado como uno siempre necesita de su padre, aun con el paso de los años, cuando uno ya hace tiempo va encaminado en su propia vida. Todavía añoro aquellas tardes cuando nos sentábamos solo él y yo en el balcón de su casa, a hablar sobre los problemas del mundo. Siempre me preguntaba por mis cosas, interesado sobre cómo me iba. Nos dábamos un trago, y así pasábamos la tarde, hablando sobre todos los temas. Que mucho extraño eso. Pues no importaba el éxito que hubiese tenido en mi vida, tanto personal como profesional. Siempre me hacía falta escucharlo, y a él nunca le faltaba el consejo para dar. Para mí siempre fue el hombre más sabio del mundo.
De nuestro padre aprendí los principios que siempre he tratado de inculcar en mis hijas. Hoy en día, junto a mi esposa, tenemos tres bellas hijas y somos abuelos de cuatro bellos nietos. Cada una de las tres es profesional, y todas estudiaron una carrera. Pero mucho más importante aún, son tres bellas personas, de las cuales no podríamos estar más orgullosos. Porque cuando uno se va de la Tierra, lo que deja son sus hijos. Si estos son buenas personas con buenos sentimientos y aportan positivamente a la sociedad, santo y bueno. Si de lo contrario son personas malas o problemáticas, con pocos sentimientos, ese es el legado que uno deja. Pues muchas de las enseñanzas que junto a mi esposa tratamos de darles a nuestras hijas, son producto de las enseñanzas que recibí de mis padres cuando me criaba. Pero el de los consejos sabios siempre era mi padre.
Aunque este tema es totalmente personal, lo comparto en el blog porque ciertas cosas deben publicarse y permanecer para la posteridad. Entiendo que si muchos de los principios aprendidos por nosotros los hijos, también hubiesen sido aprendidos por la mayoría de las personas de nuestra generación, habrían muchos menos problemas en nuestra sociedad. También opino que estos principios nos han ayudado a mí y a mis hermanos en nuestras respectivas vidas, y en el proceso de crianza de nuestros propios hijos.
El ser genuino – Esto sobre todo. A nuestro padre lo caracterizaba el ser una persona totalmente genuina. Lo que creía de ti, te lo dejaba saber. Sin hipocresías ni rodeos. Uno siempre sabía dónde estaba parado con él. Y era muy difícil de engañar. Esa famosa “fachada” que muchos ponen a la hora de interactuar con otros, para aparentar lo que no son, eso nunca funcionaba con él.
Los sentimientos humanos – Nuestro padre ayudaba a mucha gente. Familia, amigos… personas en general. Hoy en día todavía me encuentro con personas que hablan de él con reverencia, y de lo mucho que les hace falta. Uno siente un tremendo orgullo al escuchar eso.
El valor de la palabra – Un principio primordial en él. Promesa hecha, promesa cumplida… buena o mala. Y esperaba lo mismo de los demás. Relacionado a eso iba la puntualidad. Si te decía que iba a estar a las ocho de la mañana, podías contar que a las ocho en punto estaba ahí.
Obviamente hay muchos más, pero llenaría un libro. Hay tantas anécdotas y tantos ejemplos. Recuerdo que decía, “Si me vas a hacer un favor, tiene que ser genuino. Si no, no lo quiero.” Era su manera de decir que le gustaba que la gente fuera genuina con él.
Entre las muchas verdades que decía, una de las más ciertas era que nada causa problemas entre hermanos como discusiones sobre el cuido de los viejos, o herencias. Palabras con luz. Creo que todos conocemos por lo menos algún ejemplo de esto entre las personas con quienes interaccionamos.
Pero aparte de ser muy sabio, nuestro padre era una persona sumamente alegre y fiestero. En todas las actividades de familia era el alma de la fiesta. Era sumamente activo, y disfrutaba la vida… un ejemplo para muchos.
Por estas razones y muchas más, decidí escribir este artículo y ponerlo en mi blog. Se lo enviaré a mi familia cercana, y espero el día del aniversario poder congregarnos y recordarlo por todo lo bueno que nos dio en vida. Lo material no importa, aunque nuestro padre siempre fue un gran proveedor y jefe de familia. Pero las enseñanzas que nos dio fueron mucho más valiosas, y vivimos eternamente agradecidos por ellas.