Esta pasada semana, mi esposa y yo nos quedamos en un hotel en el Viejo San Juan. Aparte de pasar un tiempo agradable y relajante, tuvimos la suerte de conocer a tres personas individualmente, cada una con su historia y circunstancias.
Primero conocimos una joven norteamericana, de 33 años de edad, una profesional proveniente del estado de Georgia. Esta esperaba un grupo de amigas que venían de EEUU también, para una despedida de soltera.
Aparte de notar la gran amabilidad de esta joven, tuvimos la oportunidad de dialogar con ella y nos encantó ese rato que estuvimos conversando. Llegamos a tocar el tema del racismo el cual, al ella ser de la raza negra, la ha afectado en varios aspectos de su vida.
Nuestra impresión principal era… “¿Cómo será posible que existan personas en EEUU con la ignorancia y prejuicio para considerarse superiores a una mujer joven como esta, con toda la preparación del mundo y una gentileza genuina?”
En el restaurante del hotel conocimos a uno de los meseros, un joven puertorriqueño de algunos 25 años de edad. ¡Qué persona más servicial y agradable! Al no haber otras mesas que atender, tuvimos la oportunidad de conversar con él un rato, y nos contó un poco sobre su persona.
Es gratificante encontrarse con personas con esa personalidad y dedicación a lo que hacen. Además de desearle mucho éxito en su carrera, le dejamos saber lo placentero que nos resulta encontrarnos con jóvenes así.
Finalmente y próximo a irnos del hotel, conocimos y pudimos hablar con un hombre joven que andaba con su esposa. Aproximo su edad a unos 40 años, y rápidamente establecimos una buena compenetración. Fue un placer dialogar con esta persona durante el rato que conversamos.
A veces en nuestro diario vivir, somos bombardeados por el negativismo de un sector de la juventud en Puerto Rico, quienes carecen de la educación, empatía, y carácter que uno espera ver en las personas.
Es fácil llegar al punto de generalizar; y requiere un esfuerzo supremo y una mente abierta el no caer en el pesimismo general. Somos seres humanos, sujetos y vulnerables a los prejuicios, especialmente cuando nuestras experiencias son mayormente negativas.
Por tal razón soy tan agradecido cuando conozco las “excepciones a la regla.” Encuentros como estos sirven para restaurar la fe que uno haya perdido en la juventud.