Comencemos con la definición de tercermundismo. Según Wikipedia:
“…el término se ha simplificado para denominar el estado de un país o región con un índice de desarrollo bajo o la calidad de vida de sus habitantes están en condiciones no favorables. Asimismo, también ha adquirido una connotación peyorativa para describir algo de «de calidad muy deficiente.”
Los servicios públicos, como el suplido de agua potable y de energía eléctrica, son esenciales para la calidad de vida de una población. En países desarrollados, estos servicios son confiables.
Sus interrupciones son mínimas y limitadas a situaciones de emergencia. Cuando ocurren, son atendidas con la urgencia y prontitud que amerita.
En muchos países tercermundistas, estos servicios son pobres, inestables, poco confiables. La población no tiene más remedio que acostumbrarse y adaptarse a la situación.
En países desarrollados, ciudadanos utilizan placas solares solo para ahorrar en sus costos de energía. En países tercermundistas, las placas solares no son un lujo, sino una necesidad por los apagones frecuentes.
En países desarrollados, el suplido de agua potable es dado por sentado. En países tercermundistas, es indispensable tener cisternas para suplido de agua para los casos de interrupción del servicio.
Aunque la siguiente opinión sea ofensiva a algunos, Puerto Rico es un país tercermundista. Pero no solo por lo anteriormente mencionado.
Puerto Rico es un país tercermundista, porque no obstante el desarrollo en otras áreas, las infraestructuras esenciales para el bienestar de la población permanecen en un estado tétrico.
Un reporte de notas dado por la Asociación Americana de Ingenieros Civiles (ASCE) en el 2019 a las diferentes infraestructuras de Puerto Rico, arrojó una nota de “D-“, incluyendo una “D” al sistema de agua potable, y una “F” al sistema de energía.
Un esfuerzo encomiable por esta Asociación. Sin embargo, ¿qué se ha hecho al respecto? ¿Qué caso, si alguno, le ha hecho el gobierno de Puerto Rico a este reporte y hallazgos?
La culpa de que Puerto Rico sea un país tercermundista la comparten todos los que han gobernado, así como todos los votantes.
El ciclo interminable que tenemos consiste de:
- Cada cuatro años, unas campañas políticas, en las cuales los candidatos parecen ser cada día peor.
- Una población votante que disfruta del nauseante pasatiempo de discutir política de partidos.
- Falta de un liderazgo auditado, donde los problemas del pueblo se trabajen con seriedad y sabiduría.
Mientras tanto, la posición envidiable que gozaba nuestra isla se ha ido deteriorando con el tiempo, al punto que la costumbre y la adaptación mencionadas anteriormente se ha apoderado de la población. Cómicamente (y trágicamente a la vez), utilizamos el “ay bendito” como muleta.
La solución reside en la gente. Las opciones actuales son claras. El que decide vivir aquí “contra viento y marea,” está obligado a vivir con generadores y cisternas. Está obligado a ignorar todos los males sociales, y la falta de gobernación.
El que no puede, emigra.
Esto no es sostenible.